Sabía que...

D.ª JUANA DE AVIS, REINA DE CASTILLA

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Su genealogía no podía ser más legendaria: descendiente de Inés de Castro; nieta de D. João I, mestre de Avis y de Filipa de Lancaster; hija de D. Duarte I de Portugal y de Leonor de Aragón; hermana de Alfonso V de Portugal; prima de Isabel de Avis, reina de Castilla y también de Fernando el católico; esposa de su primo-hermano Enrique IV de Castilla y madre de la princesa Juana, la Beltraneja.

El apodo peyorativo de su hija Juana abrió la caja de Pandora de todos los odios y bajezas de Castilla, fue la causa de la sombra de la duda que recayó sobre ella y de la caída en desgracia de esta reina de Castilla que marcó el destino de nuestra nación.

Juana de Avis nació en 1439, seis meses después de morir su padre a causa de una epidemia de peste. Por decisión de las cortes reunidas en Lisboa, su madre perdió la regencia que había establecido el rey para ella pasando a su cuñado, el infante D. Pedro. Esta decisión fue aceptada sólo a medias por Leonor segura de que sus hermanos, los belicosos infantes de Aragón, vendrían pronto en su auxilio. La esperada ayuda nunca llegó, tuvo que dejar a sus hijos (excepto a Juana), conformarse con el exilio que le ofreció Juan II, rey de Castilla -casado con su hermana María de Aragón- en el monasterio de Santa María de Medina del Campo y terminar sus días en Toledo.

En el gran tablero de ajedrez que representaba en esa época los reinos peninsulares, había muchos reyes, consejeros, señores y ambiciones desatadas de poder. Álvaro de Luna, valido del rey castellano, movía la pieza de Reina en ese juego -el de primer ministro- intentando mantener el equilibrio de fuerzas y evitando la guerra sin reparar en los medios para conseguirlo.

A mediados de febrero de 1445 muere de repente María de Aragón, reina de Castilla y dos semanas después su hermana Leonor, reina viuda de Portugal, ambas con extrañas manchas en el cuerpo a pesar de una buena salud. Se extendió el rumor de que fueron envenenadas por orden del condestable Álvaro de Luna a manos de una dama de confianza de ambas.

Entonces, la pequeña Juana de seis años fue reclamada de inmediato por su tío Pedro, regente de Portugal, a su amigo Álvaro de Luna, a sabiendas del valor que una princesa podía tener para establecer nuevas alianzas con otros reinos fuera de la península.

Juana pasó de la austeridad toledana a los lujos de la corte lisboeta, de la soledad a la alegría de conocer a sus cuatro hermanos. Pero las intrigas alrededor de ella comenzaron dos años después, durante las segundas nupcias de Juan II rey de Castilla con su prima D.ª Isabel de Portugal (https://madrid.embaixadaportugal.mne.gov.pt/pt/a-embaixada/noticias/sabia-que-2). Ahí movió ficha el valido del príncipe de Asturias Juan Pacheco, marqués de Villena, al urdir el plan de casar a Juana con su también primo (por Aragón) y heredero de Castilla Enrique, príncipe de Asturias.

La ventaja del plan consistía en que Juana, como hermana del futuro rey Alfonso V, estaba más cerca del trono portugués que su prima Isabel, argumento que minó para siempre la confianza de la reina de Castilla.

Al inicio de 1453, cuando Juana contaba catorce años, comenzaron los contactos formales para solicitar la mano de la princesa entre las cortes de Castilla y Portugal. El príncipe Enrique llevaba quince años casado con Blanca de Navarra sin haberse consumado el matrimonio por lo que, ante la necesidad de tener un heredero, estaba decidido a divorciarse de ella.

Consiguió un rápido divorcio alegando un "maleficio" que le impedía tener relaciones físicas con su esposa, apoyado por el testimonio favorable a su capacidad sexual aportado por tres meretrices.

Por aquel entonces la reina Isabel dio a luz al infante Alfonso que pasó a ocupar el segundo lugar en la línea de sucesión, apartando a su hermana Isabel, nacida en 1451. Ante la duda que el propio Enrique tenía sobre el éxito de su segundo matrimonio decide, fuera de toda costumbre, pagar la dote de su prima y futura mujer.

El 11 de julio de 1454 muere el rey Juan II y el 22 de enero de 1455 se celebra la boda por poderes. Esta vez Juana regresa a Castilla como reina acompañada de doce doncellas.

El nuevo rey doblaba la edad de su esposa, era alto, corpulento, de cabello cobrizo y piel bronceada. Con fama de culto, sensible, voluble, terco y cínico. Extravagante, se vestía según la costumbre árabe.

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La reina, que no sobresalía en cuestiones políticas ni religiosas, es descrita como poseedora de gran belleza y carácter frívolo. Con cabello oscuro, piel muy blanca y rasgos finos.

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Debido a lo ocurrido en el primer matrimonio de Enrique, los cronistas demuestran un interés especial por todo lo relacionado por las relaciones del matrimonio, animados además por la decisión del rey de suprimir la bárbara costumbre de mostrar las sábanas después de la noche de bodas (ceremonia que tantas humillaciones le había provocado en su anterior matrimonio).

Ya instalados en Segovia, el Alcázar favorito de Enrique, comenzaron los primeros choques entre el rey y su valido Pacheco, por causa de la reina. Será una constante en Castilla que el ministro que propusiera una prometida al rey acabase por entrar en conflicto con ella después de casada. En este caso la reina no ignoraba que un antepasado del marqués de Villena, Diego López Pacheco, había sido uno de los asesinos de su bisabuela Inés de Castro, lo que provocaba un recelo contra él y su preferencia por Beltrán de la Cueva.

De la Cueva hizo una gran carrera política en la corte en poco tiempo. De edad próxima a la reina, vanidoso y muy atractivo sabía cómo agradar y satisfacer los caprichos del rey.

Pronto comenzaría el deterioro de la relación del rey con Pacheco y el enaltecimiento de la figura de Beltrán de la Cueva. Al mismo tiempo surgieron rumores explícitos sobre la homosexualidad del rey y sobre las relaciones de la reina con el nuevo favorito a instancias del propio monarca. El favorito ya se permitía dar consejos sobre política al rey, que seguía sin descendencia cinco años después de su boda.

A petición de Pacheco, el infante Alfonso fue llevado desde Arévalo -donde vivía con su madre- a la corte de Aranda acompañado por su hermana la infanta Isabel para recibir una educación conveniente como heredero y futuro rey, dada la falta aún de descendencia del monarca.

EL ANSIADO EMBARAZO

Curiosamente poco tiempo después de la llegada de los infantes a la corte se produjo el ansiado embarazo de la reina a finales de 1462 siete años después de su boda y estando el rey en Logroño durante la probable concepción.

Un viajante alemán relató cómo un médico judío habría realizado la primera fertilización in vitro conocida para solucionar de una vez por todas el problema de impotencia parcial que padecía el monarca.

Agradecido el rey por la buena noticia, otorgó a la reina la jurisdicción de Aranda, donde se había producido el acontecimiento y ordenó que el nacimiento se produjera en Madrid por considerarla una villa más saludable debido a sus bosques y aguas.

Para el traslado de la comitiva a Madrid la reina viajó en la mula del rey, honor máximo que en esa época un monarca podía dedicar a una persona.

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¿Qué fue lo que pasó realmente nueve meses antes de este ansiado nacimiento? Un test de ADN sería capaz de resolver un caso que ningún historiador consiguió descifrar en seis siglos de historia. Pero hay algunos datos muy esclarecedores que pueden ayudar a inclinar la balanza en uno u otro sentido sobre esta incógnita.

1º. ¿Hubo venganza de la reina por celos?

Retrocedamos siete años al momento en que Juana llegó a la Corte. La nueva reina sufrió el agravio -entre otros- de que, indiferente a su belleza, su voluble marido puso los ojos en una de sus damas, la portuguesa Guiomar de Castro, belíssima e extremadamente sedutora, ambiciosa e intriguista. Esta rival fue apartada a pocas leguas de la corte y finalmente casada con el conde de Treviño.

2º. ¿La princesa era hija del favorito?

Volvamos al Alcázar de Madrid. El 7 de marzo de 1462 la infanta fue bautizada por Carrillo, arzobispo de Toledo, la mayor autoridad eclesiástica de Castilla, en la capilla del Alcázar. Sus padrinos fueron el marqués de Villena y el embajador del rey de Francia. Las madrinas la infanta Isabel y la marquesa de Villena. Eran personajes que, por su importancia, legitimaban el nacimiento hasta que dos de ellos dejaron de hacerlo: la infanta Isabel y el marqués de Villena.

Dos meses después la pequeña Juana fue jurada princesa heredera de Castilla por parte de los nobles del reino. Aun así, los rumores sobre la paternidad de la princesa se avivaron ante el ascenso a la alta nobleza de Castilla que el rey procuró a Beltrán de la Cueva. Incluso lo casó con una hija del marqués de Santillana, entrando así en el linaje de los Mendoza. ¿Fue agradecimiento del rey por los servicios prestados o el pago por el silencio del favorito?

3º. ¿Era hija del rey?

Hay documentos que prueban que el matrimonio real estaba siendo tratado de la prolongada infertilidad por el médico judío Samaya Lubel con técnicas de fertilización in vitro ya conocidas entonces, que corrobora la crónica del viajante alemán Jerónimo Münzer. Todo ello justificaría el hecho de encontrarse el rey en Logroño en las probables fechas de la concepción de la princesa Juana.

LA AMENAZA SOBRE LOS DERECHOS DE SU HIJA

La amenaza eran los medio hermanos del rey e hijos de Isabel de Portugal, Alfonso e Isabel, bajo custodia de la reina. Para apartar a la infanta del reino, que ya apuntaba maneras, trató dos veces de casarla con su hermano, Alfonso V de Portugal. Proyecto que no cuajó, pese al empeño de los hermanos Avis.

Las conjuras de Villena y Carrillo, partidarios de Alfonso e Isabel, contra el rey, la reina y el favorito se suceden sin éxito hasta que Enrique se aviene a la negociación con los opositores. Estaba en juego, no sólo el heredero de Castilla, sino también el poder de la nobleza para frenar una monarquía que caminaba hacia el poder absoluto.

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LAS ESTRATEGIAS

Nuevamente entran en juego todas las piezas del ajedrez sobre un tablero peninsular donde no sólo hay fichas blancas y negras y donde las estrategias cambian constantemente: Se nombró sucesor al infante Alfonso a cambio de casar a la princesa Juana con él, algunos rebeldes le coronaron en la Farsa de Ávila, hubo adhesiones de grandes señores a la causa de la reina, se sucedieron las custodias de infantes de un bando a otro, hubo capitulaciones de ciudades, secuestro seguido de infidelidad de la reina y nuevo embarazo provocado por Pedro de Castilla durante la reclusión de esta.

La credibilidad de la reina y su reputación tocaron entonces fondo. Este hecho supuso su caída en desgracia y la separación definitiva del rey. A lo largo de la historia se había consentido la infidelidad de un rey (e incluso que reinasen sus hijos bastardos) pero nunca el de una reina.

La repentina muerte de Alfonso provocó los Acuerdos de Guisando que proclamaban heredera a la infanta Isabel, con ciertas condiciones que, por supuesto, no se cumplirían más tarde al casarse en secreto con Fernando de Aragón, nuevo enemigo y nuevo cambio de estrategias.

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Muchos sacaron gran provecho de este juego de alianzas y traiciones, como el conde de Alba a quien el rey hizo duque de Alba, a petición de Villena, para compensar los servicios prestados. O Beltrán de la Cueva, origen del linaje Alburquerque, quienes continúan dando el nombre de Beltrán a su primogénito.

FINAL MADRILEÑO

La reina Juana, que en todos esos años había demostrado un gran instinto político, quizá heredado de su madre, se instaló con su hija en el Alcázar de Madrid en 1472, ciudad que la apoyó, bajo la nueva custodia de Villena. Estaba ya cansada de tantos intentos vanos por hacer valer los derechos de su hija cuando el marqués de Villena, ya enfermo, aún trama su última jugada para combatir los intereses anexionistas de Isabel y Fernando.

Convence con su proverbial capacidad al hermano de la reina, Alfonso V de Portugal para salir en defensa de la amenazada independencia de Portugal y de su sobrina Juana, casándose con ella y convirtiéndose en el futuro rey de Castilla. Convence también al rey para volver a Madrid, proclamar finalmente heredera a su hija y defender su reino, hechos que dieron lugar más tarde a la sangrienta Guerra de Sucesión castellana de 1475 y a la Batalla de Toro.

La repentina muerte de Villena deja a la reina, paradójicamente, sin el mejor aliado en aquel momento. Dos meses después, el 11 de diciembre de 1474 muere Enrique repentinamente en el Alcázar madrileño, envenenado según declaró después su hija y sin testamento conocido que la legitimase.

Doña Juana se retiró a vivir ejemplarmente en el convento madrileño de San Francisco, en un cuarto sobre la portería, donde murió el 13 de junio de 1475 con treinta y seis años. Fue la primera reina de Castilla que acabó sus días en Madrid. Isabel la católica, nueva reina autoproclamada de Castilla, ordenó un año después que sus restos fueran colocados en la capilla mayor de la iglesia dentro de un rico mausoleo de fino alabastro.

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Su hija Juana se exilió a Portugal, tras la Batalla de Toro y el Tratado de Alcáçovas, de donde nunca pudo regresar. A pesar de considerarse reina de Castilla, por imposición de su tía Isabel fue tratada simplemente como la Excelente Senhora.

En 1760 se demolió la antigua iglesia gótica de San Francisco donde se encontraba el mausoleo de la reina Juana de Avis, perdiéndose para siempre el rastro de su sepultura.

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Por Antonio Iraizoz García (*)

 

BIBLIOGRAFÍA

Infantas de Portugal, Rainhas em Espanha. Marsilio Cassotti. Ed. A esfera dos livros. 6ª ed. 2012.

De Espanha nem bom vento nem bom casamento. Virginia López. Ed. A esfera dos livros. 2ª ed. 2012.

Mujeres peninsulares entre Portugal y España. María Isabel Barbeito Carneiro. Península. Revista de Estudos Ibéricos. nº 0. 2003.

(*) El autor, arquitecto urbanista e investigador, creó el blog de historia y cultura portuguesa relacionada con Madrid “Pessoas en Madrid” http://pessoasenmadrid.blogspot.com/

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